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julio 2020 | RSC y Desarrollo Sostenible
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ODS 3 de la Agenda 2030, salud y bienestar, un objetivo más vigente que nunca, en la nueva realidad post-Covid
 
 
 
 
Por Carmen Verdejo, psicóloga clínica e instructora de Mindfulness
Lo que estamos viviendo actualmente en el mundo está repercutiendo dramáticamente en la salud y en la vida de todos los seres humanos del planeta. Aún es pronto para valorar los devastadores efectos que tendrá a todos los niveles, sin embargo, está claro que la pandemia nos ha situado de forma mucho más drástica frente a una encrucijada en la que no está nada claro hacia dónde nos dirigimos. Si nos encaminamos hacia el mejor o hacia el peor de los futuros posibles. Por eso, hoy más que nunca, están vigentes los objetivos y metas del ODS 3, marcado por Naciones Unidas en su Agenda 2030, y que hace referencia a la necesidad de “garantizar una vida sana y promover el bienestar en todas las edades es esencial para el desarrollo sostenible”.
A diario, asistimos a un bombardeo constante de noticias y opiniones de expertos que, por un lado, auguran que estamos al principio del final. Nos dicen, y ya hay evidencias de ello, que lo que está pasando, va a acentuar las diferencias, aumentar la escasez de recursos, la mortandad infantil, que influirá negativamente en las medidas para salvaguardar el planeta de la contaminación, del calentamiento global, de la extinción masiva de especies. Todos hemos sufrido esta emergencia sanitaria, pero no a todos nos está afectando de la misma forma, por desgracia, se ha puesto de manifiesto y agravado las desigualdades que ya existían. Por otro lado, hay quienes aseguran de forma más optimista que esta situación nos ha hecho reflexionar y va a cambiar nuestro estilo de vida. Opinan que la conciencia está evolucionando a nivel global hacia una mayor comprensión de lo esencial para la vida, hacia la tolerancia, la solidaridad, la cooperación, el respeto a la diversidad y a los derechos humanos.
Este es el escenario y las tendencias en las que ya nos estábamos moviendo. Realmente, desconocemos qué futuro nos tocará vivir, aunque la magnitud de la crisis sanitaria, social y económica, sin precedentes, ya se está haciendo notar. Por ello contar con hojas de ruta como los ODS cobran todo su sentido y pueden ayudarnos a comportarnos con nosotros mismos, con los demás y con el planeta mejor de la mejor forma posible y sin dejar atrás a nadie.
Como profesional de la psicología clínica e instructora de Mindfulness, aspiro a que mi compromiso sea con todos los objetivos de la Agenda2030, con interesantes colaboraciones con la Universidad de Granada en esta dirección, si bien, mi mayor aportación es el campo del ODS 3, Salud y Bienestar y el 4, Educación de Calidad. Estoy convencida que una mayor conciencia y comprensión psicológica puede ser un factor crucial para determinar cuál será el futuro que llegaremos a vivir. Entender nuestros pensamientos, emociones, intenciones y comportamientos, puede beneficiarnos individual y colectivamente.
Quizás la primera comprensión sea hacia nuestro cerebro/mente. El cerebro humano no ha evolucionado para la felicidad, sino para la supervivencia. Todas esas pautas, que han contribuido durante millones de años a mantenernos vivos, continúan activas en la actualidad. Perseguimos satisfacer nuestras necesidades y deseos, huir del peligro, del dolor y el sufrimiento, buscamos establecer relaciones con los demás. Además nacemos en familias y culturas que no elegimos y tenemos forma de pensar y reaccionar innatas. Por este motivo, en una situación como la actual, dónde nos sentimos amenazados e inseguros, con tanta incertidumbre sobre lo que puede sucedernos, sin saber si podremos mantenernos sanos, vivos y a flote, hará que nuestras respuestas individuales, también como grupos, sociedad, incluso como naciones, estén con una altísima probabilidad marcadas por esas necesidades básicas y actuemos dominados por nuestros mecanismos primitivos de lucha, huida, paralización. Considerando miembros del “nosotros” a unos cuantos y “enemigos” a otros, compitiendo por los recursos y entrando en conflictos con facilidad.
Por este motivo, me parece crucial traer conciencia a esta realidad y comprender que ahora, más que en ningún otro momento, necesitamos activar y cultivar nuestros, también innatos, mecanismos de calma y conexión, de cohesión, empatía, solidaridad, cooperación y compasión. Estos valores serán lo único que podrá rescatarnos de esta situación extraordinariamente compleja.
Será necesario poder hacer una gestión adecuada de nuestras emociones y acciones, desarrollar la capacidad para gestionar las carencias, comprender que no son las situaciones o lo que nos acontece las que gobiernan nuestras vidas, tampoco nuestras tendencias innatas o condicionantes culturales, sino la forma en que nos relacionamos con ellas, y que solo desde la templanza, la bondad y el amor podremos ver con mayor claridad y sensatez la realidad tal y como es, una realidad compleja, y tomar las decisiones adecuadas.